¿A dónde iré?
¿Podré ocultarme?
No de tí.
Porque he perdido ya el conteo,
de las centenares de veces que dicho:
"De tí buscaré."
Y entonces fallo.
¿Acaso podré ocultarme?
No de tí.
Porque muy sencillo es,
respiro, y allí estás.
¿A dónde iré?
Agotada de la frustración, huyo.
El pozo parece un lugar tranquilo al principio,
pero ahogados gritos quieren salir.
Ahora, ¿a dónde iré?
Porque prisionera de aquellas voces estoy.
Quisé alejarme de tí, porque digna no soy ni de oírte decir mi nombre.
Y entonces, con certeza puedo decir: He vivído la mayor desesperanza; respirar, y nada sentir.
Vacío... suciedad... sencillamente, nada.
Tan sólo, un azar del malvado destino soy.
Para nadie, algo especial.
Respiro, y la vida es sólo un día más.
Lágrimas invisibles corren por mis mejillas.
¡Hasta el llanto me ha robado aquella luz que se convirtió en oscuridad!
Y como un feto asustado por el desconocido porvenir, hundo mi cabeza...
"Si viene el mañana, qué importa ya."
Y entonces, dulces y apacibles palabras estremecen mi corazón, el que creía perdido.
Mi corazón, aquel que yo misma había enterrado, mi propio pozo.
Casi ciega por el resplandor, puedo oír su voz...
"Nada te separará de mi amor."
Sí, me has encontrado...
...mi precioso SOL.
"Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso;
Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos."
(Salmo 40:2)