Necesito aprender a hacer de Dios mi compañía.
Aquel alguien que anhelo en las noches me llene de abrazos y no me deje de amar.
Aquel que me haga sentir especial.
Ese cuyas manos acarician mi rostro y despejan la soledad.
Aquel que hace que la lluvia al caer no provoque melancolía en mi ser.
Y sola.
Sintiendo que incluso las cuatro pared de mi habitación me muestran la espalda, veo una gota caer.
Desearía que fuese lluvia, pero no lo puedo detener.
Me temo que mi pequeño secreto se dará a conocer.
Que me siento increíblemente sola cada anochecer y que desearía recitar a alguien palabras de amor.
¡Es como si solo así hallara descanso mi corazón!
Y me doy cuenta, solo así mis lágrimas se secarán.
Hacer de Jesús el consumador de mi soledad.
Porque, ¿a quién iré si no es a ti?
...tu compañía es mi verdadera necesidad.
Basta llamarte... aquí ya estás.