La poesía comienza a gritar.
Mis temores hablan, como punzantes flechas proceden a atacar.
Clavándose en el costado de mis esperanzas, en el talón de mis anhelos.
Y en las palma de las metas que un día quise alcanzar.
La imagen cobra vida frente a mí.
Mi ahogado grito no consigue salir.
"Tal vez, esto es demasiado para mí..."
Y no lo logro percibir; Él, con sus ojos resplandecientes sigue allí.
Llegué finalmente a este punto.
El momento donde las lágrimas deben cesar.
Mis ojos se abren en esta oscuridad; la soledad, el silencio y su inmensidad.
Esta niebla que a ratos me impide pensar.
Cuando la genética queda atrás.
Y de mis sueños queda polvo, nada más.
Y tomo el lápiz para decirte que eres un oso.
Radicalmente amoroso.
Brillantemente grandioso.
Agresivamente armonioso.
Deliciosamente asombroso.
Y la poesía vuelve a gritar.
Sigo adelante para alcanzar aquello por lo cual la luz me alcanzó a mí.
Llegué finalmente a este punto.
Donde el todo se vuelve nada y solo de lo imposible me puedo aferrar.
Cuando lo que parece loco ante el mundo me impulsa a volar.
Y las herramientas del carpintero en mí comienzan a trabajar.
"Como duele a veces", comienzo a sollozar.
La ternura me vuelve a hablar: "Solo aguanta un poco más."
Y no lo logro percibir; Él con sus ojos resplandecientes sigue allí.
Quisiera creer tanto en ti, que subirme a la máquina del tiempo sea en tu presencia escribir.
Que morir no sea mas que vivir.
Lo logro finalmente percibir...
...aunque me rompiera por completo, Él seguirá allí.
"...sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo Jesús me alcanzó a mí."
(Filipenses 3:12)